LA COLONIZACIÓN DE ZARAGOZA

Al igual que otras veredas del corregimiento de Bitaco, Zaragoza tiene una historia sobre cómo fue la llegada de los primeros pobladores, los cuales invadieron las tierras que eran del señor Sebastián Ospina, ingeniero constructor del ferrocarril que conduce a Buenaventura. Después de 46 años las hermanas Libia María y María Leonor Guerrero y don Gilberto Alcaraz nos narran esa aventura.

¿Dónde nacieron ustedes?

María: Nosotras somos de una vereda que se llama Tocotá, corregimiento de Borrero Ayerbe o el 30 como más se le conoce, del municipio de Dagua.
Libia: Mi papá dicen que venía de la Sierra- Tolima con los papás de él que eran Gregoria Hoyos y Rosendo Quiñones; y la mamá de mi mamá era Isidora Gutiérrez y el papá Zenón Guerrero que eran de Dagua.
Gilberto: Yo nací en un pueblito que se llamaba Guazábara, que ya quedó eliminado porque la gente allá era fregada, y un señor Obispo le echó una maldición: que se debía acabar ese pueblito, y se hundió… eso queda de Santa Fé de Antioquia más para dentro. Todos somos de Antioquia.

¿Cuántos hermanos tienen?

M: Nosotras éramos ocho hermanas, de las cuales estamos vivas seis.
G: Éramos 25… pero vivos estamos ocho, cuatro mujeres y cuatro hombres.

¿Hasta qué año estudiaron?

M: Hasta segundo de primaria
L: No, yo no he ido a la escuela, pero yo sé leer y escribir. A mí me enseñó la universidad de la vida, porque me gustaba todo papel que leían, y yo decía: ¡si todo mundo puede leer, yo también!
G: Yo nunca fui a la escuela, no sé leer ni escribir, solo firmar.

Antes de llegar a esta región, doña María Leonor trabajaba desde los 14 años como vendedora de tintos y aseadora en la bodega número 6 en el puerto de Buenaventura, luego como vendedora en la galería central donde hoy está construido el Palacio de Justicia de Cali, hasta que cumplió 32 años. Doña Libia dejó su casa a los 7 años para ir a trabajar a una casa de familia en Cali, luego viajó a Bogotá donde continuó con esta labor. Don Gilberto de 11 años, en compañía de su hermano, viaja a Dabeiba – Antioquia a “buscar la vida”. Sin embargo, después de pasar los primeros años de sus vidas trabajando en diferentes lugares del país, estos tres colonos se encuentran en una reunión realizada en el corregimiento del 30.

¿Cómo se enteran de que se estaban tomando estas tierras?

M: En una reunión que hicieron en el Km 30; allí estaban entre otras personas Jacinto Ortega, Carlos, Antidio, Ernesto Gaviria.
L: Yo llegué aquí a Zaragoza en 1973 el 25 de febrero; por medio de un amigo que ya murió, se llamaba Mariano Ramos, del Queremal; él me dijo: ´´Ustedes que no tienen tierra; por qué no van a esa montaña, se la están tomando, a ver si de pronto te coges un lote¨; por él vine, a que me garrotearan.
G: Yo tenía más o menos 25 años, cuando me vine para donde mi hermano que vivía por Cascada (antigua vía a Buenaventura); él tenía allá una finca de caña, me dio trabajito, yo me devolví otra vez a traer la mujer, me vine con ella, y tres meses fueron camellando en esa planta de Anchicayá. Entonces, yo me acuerdo patentico, don Luis llamaba él, me dice: ¿usted quiere un lote de tierra para sembrar? Clarooo, don Luis…Nos reunimos como unos 18 y empezamos a subir a estas tierras y a despejar, a recorrer la montaña para ver cómo la dividíamos, cuántos cabremos; y por ejemplo de aquí de Zaragoza nos reunimos 29 y conformamos ese grupo y comenzamos a andar con un lazo, como midiéndola para repartirla a ver de a cuánto nos tocaba.

L: Nos reunimos y se repartieron unos en Chicoralito, unos en Zaragoza y otros en Chicoral.

¿Siempre hablan de que mandaban a sacarlos, es cierto?

M: Venían a veces 8 ó 10 policías y nos llevaban para la Cumbre; a mí me tuvieron 8 días y nos decían: ¡Prometa que usted no va a volver a la montaña y la soltamos!; yo decía: apenas me suelten aquí voy para la montaña; que firme aquí, y yo decía: para qué, si apenas me suelten voy. Me llevaron como unas 5 veces, la última les eché agua caliente y con tizones los quemé, me golpearon, me dieron una paliza y me quemaron el rancho.
L: El ejército duró 10 años aquí tratando de que nos fuéramos, fuimos a la cárcel, quemaban las casas, a mí me quemaron 3 ranchos de teja de cartón, me quemaron los colchones, las cobijas a los que logramos hacer rancho porque la mayoría de gente no hizo rancho…como por ejemplo don Leonisio, don Alcaraz…
G: Las matas que uno quería sembrar las arrancaban, las mochaban; hubo sobre todo un año donde todo se puso muy feo. Yo hubiera comprado un lote de tierra y no me hubiera metido a estas vainas, sí, se lo juro, no ve que abajo mataron al finado Evelio, él era un líder y lo mataron también en la lucha.

¿Entonces ustedes miden la montaña y mientras lo hacen nadie se entera que ustedes estaban repartiéndosela?

M: Hasta ese entonces no, viene la represión cuando nosotros empezamos a tumbar, pero ya nos la habíamos repartido, la parte de Zaragoza no más; Chicoral fue otro grupo y Chicoralito otro grupo.

¿Cómo se reparten las parcelas en Zaragoza?

M: Pusimos unos estacones y marcamos 200 metros de frente, por decir de a 200 metros cada cuadro, y ahí ya íbamos siguiendo; aproximadamente a uno le tocaba de a 3
hectáreas, a otros les tocó de a 6, a mí por ejemplo me tocaron 2 hectáreas y media, todo dependía de quién pudo tumbar más. Cuando entró el INCORA nos midió lo que estaba
tumbado, lo que estaba limpio, por eso a unos les quedo más y a otros menos.
L: Cada quien tenía su lote porque ya les habían dicho: a usted le tocan 3 hectáreas y no le tocan más. La mira o la consigna era que nadie cercara, a mí me parecía divino eso, que la gente aprendiera a respetar, eso era lo que decía la gente, aquí todos, todos eran líderes, aquí no vamos a tirar a nadie, aquí éramos todos.

¿Pero cuando ustedes entraron aquí, era bosque?

M: El bosque no era tan tupido porque habían tumbado árboles de la madera buena que habían sacado.
L: Todavía hay troncos por ahí, está la carretera por donde bajaban la madera a Bitaco, halada por bueyes.
G: Claro, ya estaba otra vez bosque, pero estaban los callejones por donde habían sacado la madera.

¿De dónde viene el nombre de la vereda Zaragoza?

M: Nace el nombre porque en la finca que era de Camilo Collazos había un bejuco que se llama zaragoza, que eso es para remedio.

¿Cuántas mujeres entran a Zaragoza?

M: Eran 5 como de 29. Las que no tenían hijos, porque con hijos quién se venía a aventurar.

 
¿Qué sigue con su pedazo de tierra?

M: Cuando ya quedo con mi pedazo, formamos un grupo que se decía en ese entonces el equipo, y en ese equipo vamos 10 u 8; nos turnamos, un día en una finca otro día en otra, y vamos abriendo hasta donde podamos, y hacíamos mingas, poníamos la olla comunal, todos llevábamos de una papa, una cebolla, un puñado de arroz.

L: El ganado se manejaba entre todos, se compró con unos dineros…, pues a la hora de la verdad esta colonia tuvo ayuda internacional.
G: Comenzamos sembrando, rozando por ahí y sembrando morita, lulito, el fríjol, el maicito y esta otra hierba, el perejil, con esas, yo sacaba por ahí unos 25, 30 ataditos de perejil, para venderlo y traerme pues papita, así fue la cosa. Después yo le metí cafecito a todo eso y después tumbamos, ya después fue el pasto para poder tener las vaquitas, y después otra vez café. Es que en esos tiempos llovía mucho: esto lo llamaban cielo roto, llovía día y noche, yo bajaba de aquí al 26 a trabajar, me bajaba por la mañana lloviendo y subía lloviendo de allá para acá, todo el tiempo llovía, yo vivía allá, cuidaba allá en el 22, me venía caminando de allá para acá, lloviendo. Los tiempos van cambiando…porque tienen que cambiar, de todas maneras ya esto está más caliente que cuando entramos, porque la mora se daba muy buena, el lulo, cuestión de hierbas todo eso se daba muy bueno, pero lo que era la mora yo me acuerdo que del rancho para abajo había 350 matas de mora, sin echarle un puñado de abono; yo duré un mes sacando mora, eso tenía mora toda la parcela, ahora ya no porque la tierra ya se ha calentado, entonces vaya siembre mora y qué le va a coger así le eche el abono.

¿Alguna vez han pensado irse de la vereda?

M: Con el paso del tiempo puedo decir que logré mi objetivo que era conseguir algo propio y lo tengo todavía, porque estando aquí logré hacerle la casita a mi mamá en Tocotá; veo que mi esfuerzo y mi trabajo no fue perdido. Lo que más añoro de esas épocas de colonización es la unidad porque éramos hermanos: a uno le dolía una uña y le dolía a todos, éramos muy unidos…si había comida para uno había comida para todos, se hacían mingas… me da nostalgia recordar además que soy la única que construyó en la comuna que era el pedazo de tierra que habíamos destinado como para lo que sería el caserío de Zaragoza, los demás colonos vendieron.

L: No, porque nunca antes tuve un pedazo de tierra, siempre vivimos de posada, a pesar de que los papás de mis papás tenían mucha tierra. Yo he querido esto mucho, he querido que los hijos aprendan a trabajarla, he querido que ellos se vengan y que siembren, pero las circunstancias no dan, nunca he querido dejar Zaragoza; a mí me gusta este monte, me gustan mucho las flores, me fascinan las gallinas.

G: En algunos momentos sí, pero esta es mi tierra, tenemos por lo menos la dormida.

¿Qué mensaje quieren compartir con los lectores de La Red?

M: Que para mí ha sido una experiencia muy bonita, que ojalá volviera a ver personas como las que fundaron esta vereda. En diez años más como va Zaragoza no va a tener agua, será un desierto, si yo no vivo se acordará de mí.
L: Que la historia de Zaragoza es muy grande y es muy hermosa… gracias.
G: Que muchas gracias, hay más cosas por contar, pero creo está bien así.

Entrevistadora: Palma Garavito, ingeniera ambiental en formación, trabaja con la Fundación Agrícola Himalaya, habitante de Zaragoza.

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